jueves, 17 de febrero de 2011

El Retorno al Padre

"Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies"


Mi llegada al camino de la Fe no es casual, muy por el contrario, es parte de una historia en la que el Señor ha intervenido directamente en muchas formas.  Todo esto me lleva a pensar profundamente en cual será realmente el plan que Dios tiene para mi.  Mas alla de mis deseos y de la forma en la que me gustaría servirle.
Es curioso que lo plantee de esta forma, sobretodo porque corro el riesgo de que las personas que me conocen lo lean.  Pero no, mi llegada al camino de Dios (El que recien comienzo a recorrer) no fue casual.
Debo reconocer que hubo en mi vida una gran revelación, la que tuve luego de transitar caminos inciertos, oscuros, desolados y desesperanzados. Esa revelación tan trascendental es la siguiente;  Dios me ama.  Asi de concisa, Dios me ama.   Esto que para algunos es tan evidente, para mi era una sorpresa,  Dios me ama, y me quiere junto a Él, aunque con pesar siento que no tengo merecimientos, que no es justo sentir que me ama tanto, sin embargo es asi, me ama y me cuida.  La voluntad del Creador es asi, vivir su voluntad es asi.  El 100% de las personas que han cometido faltas, del tipo que sean, han puesto su propia voluntad a la voluntad del Señor.
Recuerdo que cuando entré a la catequesis familiar, en mi corazón me sentia absolutamente autosuficiente y  tremendamente extraño en aquel lugar.  Sentía que no era un lugar para mi, y lo que se hablaba me importaba poco.  Pero de a poco, muy sutilmente fui sintiendo cambios, ya no me era pesado ir los martes, luego del trabajo, llegar a la Misa, a los 15 minutos extra de Adoración y luego a la reunión que, regularmente, pasaba de las 22:00 horas.  Y luego vino mi debacle, el castillo de naipes que habia construido con mentiras y traiciones se derrumbó, y por mucho rato preferí estar muerto.   Cuando pienso en que mi vida cambió radicalmente, recuerdo con pesar los dias pasados, y siento pena, sin embargo, también siento agradecimiento.  Tanto fallé que había mucho que perdonarme, como la parábola.
No recuerdo quien me dijo que lo hiciera, pero me confesé, y el Padre me habló con mucha suavidad, con serenidad, y me sentí perdonado.  Mi corazón, luego de mucho tiempo, se sintió un poco más aliviado y pude descansar.  Pero además volví a sentirme digno, volvía sentirme querido y volví a ver que había luz en lo más oscuro de mi ser.
Hoy he comprendido que la vida y sus circunstancias no puedo enfrentarlas solo, pero debo hacerlo, entonces, cuando se que debo recorrer un camino de piedras, con una cruz autoimpuesta, y que merezco llevar,  pido la compañía de quien es capaz de tomar tus pecados, tus faltas, infidelidades y debilidades, y hacer de todo ello algo bueno.
Pronto pasaré una prueba de 10 dias, y me complace saber que mi compañía ya está preparandose y preparandome para ir conmigo.
Voy Señor donde tu me lleves! Sólo te pido que vayas conmigo!

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