lunes, 7 de febrero de 2011

Ponían a los enfermos en las plazas...

"Ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto" (San Marcos 6,53-56)



El poder de Dios, poder infinito, que todo lo puede, tiene una manera muy particular de actuar sobre nuestra vida; se "activa" mediante nuestra Fé.  Se manifiesta siempre y cuando se lo pidamos, y su manifestación, como para cerrar la particularidad, es la propia voluntad del Señor.
Explicar esto no es fácil, más bien es complicado, sin embargo queda muy graficamente explicado en la frase que comienza este texto:  La gente ponía a sus enfermos cerca de Jesús, sólo con la esperanza de que un mínimo roce con Él los sanara.  Eso es Fé!!.  Ni siquiera esperaban que Jesús se diera cuenta de su presencia, sólo esperaban ser sanados por el único mérito de hacerse presentes en el camino del Señor.
¿Esperamos nosotros algo distinto al buscar ponernos en su camino?
Ser sanados por Dios es un anhelo poderosisimo de nuestro espíritu, buscar su camino y tratar de recorrerlo, ser "rozados" por sus flecos y con ello limpiar nuestra vida y nuestro corazón. 
Volvamos a lo del poder...
Cuando pedimos algo ¿Lo hacemos con Fé en que Dios nos escucha? ¿Estamos pidiendo correctamente? ¿Sientes que TUS deseos se debieran cumplir?
Vamos por partes; regularmente pedimos mucho a Dios; Salud, Trabajo, Amor, Perdon, Dinero y un sinfin de otras cosas distintas.  Muy distinto es pedir, en cambio, un Don del Espiritu Santo para acompañar a un enfermo o a un cesante, dar amor a quienes me rodean, la capacidad de perdonar o ser solidario y compartir un poco de mi dinero o mis bienes.  La petición es radicalmente distinta, pero mantiene los mismos elementos.  Finalmente pedir a Dios un poco de Él mismo para amar y ser misericordioso como es Él.  Si hoy estas en un problema, no pidas que se solucione magicamente, pide luz y compañia para poder enfrentarlo correctamente.
Finalmente, como vemos la voluntad de Dios enfrentada a nuestros deseos?.  Muchas veces, el cumplir y aceptar su voluntad es un llamado a su camino y que se aleja transversalmente de nuestros deseos.  Ver en la voluntad de Dios la respuesta a nuestra oración, no a la que sale necesariamente de nuestra boca, sino la oración que nace en nuestra necesidad y que es la que tenemos en nuestro corazón.

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