jueves, 20 de octubre de 2011

Extraviados

"El mundo se corrompió a los ojos de Dios y se llenó de violencia." Genesis 6, 11



Dijo San Alberto Hurtado "La inmensa amargura del alma contemporánea, su pesimismo, su soledad... las neurosis y hasta la locura, tan frecuentes en nuestro siglo, ¿no son el fruto de un mundo que ha perdido a Dios?". Que gran verdad a la luz de lo que pasa día a día. Ayer iba a mi casa en la micro, y 2 personas, en distintos lugares y por distintas circunstancias se pusieron a patear la máquina. La primera reacción de una señora que iba sentada fue "¿Que le pasa a la gente por Dios?!?!", y claramente lo que le pasa a la gente es que, en algún momento de su vida, extravió el camino. Cuando llegué a la casa y quise ver el noticiero, vi que esas patadas a la micro se multiplicaron por varios miles.
El gran problema de la sociedad actual se produjo cuando decidimos dejar a Dios de lado, porque nos incomodaba, porque ya no nos servía, y comenzamos a actuar como si fueramos dioses, administrando la vida y la muerte, y dejando nuestra felicidad en manos de una tarjeta de crédito. Lo sé perfectamente, se como se siente, se como se vive sin Dios, (y también se como se siente reencontrarlo (o mejor dicho que te reencuentre)).
Hoy esperamos que todo sea instantáneo, la felicidad, el placer, el descanso, todo lo queremos al alcance de una pastilla, de un botón, de un click. Es cosa de mirar un poco en que andamos todos los días, donde ponemos nuestros anhelos, que nos produce mayor satisfacción. También es cosa de mirar los malls llenos y las casas vacías. ¿cuando fue la última vez que te sentaste a la mesa con tu familia a compartir el pan?, ¿cuando fue la ultima vez que cosas simples y cotidianas te asombraron?, si la misma capacidad de asombro está extraviada!. Hemos hecho que todo sea individual, la vida gira en torno a un computador que te dice si el día es lindo o no, todo te lo dice twitter, las verdades y las mentiras, tenemos emails y casi no nos escribimos, apenas enviamos algunos mensajes ininteligibles y nos tapamos de publicidades engañosas. Hemos reemplazado a Dios por un par de libros de autoayuda que te dicen lo evidente, pero que no logran que seas feliz. Casi no sonreimos, caminamos por la vida cabizbajos esperando que pase algo que te saque de la rutina, la tranquilidad anhelada se basa en que tu cuenta tenga números azules. Así vivimos hoy, lejos del Padre, lejos del hogar.
A nuestra sociedad le hace falta Dios, le hace falta misericordia y caridad, amor, solidaridad y respeto. Hay falta de Dios en todas partes, desde donde nacen las desigualdades, hasta donde se reclaman, en la familia que bota alimentos que le sobraron y en la familia donde se justifica la violencia, siendo violentos entre ellos mismos. Desde donde no se inculca el respeto, hasta donde se irrespeta. Es más, donde más falta hay de Dios es en aquellos que, como fariseos, cumplen la ley al pié de la letra, aún cuando la ley perjudica a sus hermanos. Nada más miremos aquellos bancos que aplican los intereses máximos que permite la ley, o quienes, en el marco de lo legal permiten que cada vez las personas sean más esclavas de sus acreedores. Hay falta de Dios en los corazones de las personas y se nota mucho, la extrema racionalización ha mermado la fe, dejando a sin espacio a un Dios que no vas a encontrar en formulas matemáticas. Es más fácil pensar que somos fruto de una casualidad cósmica, que pensar en que fuimos creados para gloria de un ser supremo. Es más fácil lidiar con la casualidad que con Dios.
Sin Dios hay miedo, desesperanza, depresión. Con El y en El la cosa es distinta. También lo digo con conocimiento de causa.  Sin Dios nada, con Dios todo.
A nuestros días les hace falta volver a la casa del Padre, como el hijo pródigo, pero es casi imposible, se ha sembrado un odio histórico, se han perdido los valores, la insolencia y la violencia se ha transformado en un valor que se celebra, y hasta la muerte, que según algunos es parte de la "libertad", se justifica y en muchos casos se celebra.
Alberto Hurtado dijo eso hace más de medio siglo, y son palabras que siguen taladrando el alma, el mundo ha perdido a Dios, lo ha hecho a un lado, y algunos que dicen que quieren seguir con Él, lo relegan al ámbio más privado, para no
sentirse avergonzados, para que no se te juzgue por ser creyente.
Recuperemos a Dios, demosle cabida en nuestro corazón, volvamos a Él, y veremos como se soluciona todo. También lo digo de un modo empírico.

lunes, 5 de septiembre de 2011

el desafio nuestro de cada dia

“Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.”

 

Y aquí estoy, pensando en un homenaje póstumo a una persona que no conocí, que hace unos días me hubiera parecido un ricachon mas repartiendo limosna, pensando en que "solo cumplía con lo mínimo", criticando sin conocer.  Y sin embargo aquí estoy pensando en que tengo muy poca pasta de héroe como para seguir esos pasos algún día.

Acá radica realmente la diferencia entre solidaridad real y solidaridad por cumplir, solidaridad por amor a los demás y solidaridad por figurar.  Para quien la recibe, ambas son súper útiles, pero ¿cual es mas valiosa?, claramente la que se da con amor, la que se da de tu a tu, la que se entrega en persona.  Es en este momento donde florecen nuestras dicotomías, todas nuestras contradicciones de siempre, acá aparecen nuestras ganas de hacer el bien, de ayudar, de comprometernos, pero siempre tratamos de que  esas ganas se noten,  para que quien este atento te lo haga  saber, y luego a la comunidad,, para que se comente que eres una gran persona, solo para sentirte valorado, y ojala que te den las gracias, por ahí un aplauso, y si se puede, algún reconocimiento para acordarte lo bueno que fuiste, algo con tu nombre y tu apellido, pal`  currículum que presentaremos en el Cielo.      Pienso en los magnates que crean grandes fundaciones con sus nombres, que donan grandes sumas a pobres que no son mas que números, a personas que son estadísticas,  a idealizaciones de la precariedad, sin haberla conocido en persona.  Y no digo haberla sufrido, digo haberla conocido.  

Más allá de quien haya sido, Felipe Cubillos fue un grande, un tipo que para ayudar se iba a meter donde las papas queman, metía las patitas al barro, un tipo que entendió que se da mas enseñando a pescar que dando pescado, un tipo que hace rato estaba por una educación digna y de calidad, uno que no se guardo las ganas de hacer cosas por los demás.   Poco me interesa que haya sido de izquierda o derecha, creyente o no, poco me importa.  Un hombre no se mide por esas cosas, se mide por su huella, por su legado, por su trascendencia.  

La trascendental pregunta de San Alberto Hurtado; ¿Que haría Cristo en mi lugar?, tiene una respuesta inmediata y urgente en la obra que Felipe Cubillos encabezaba, ir por el necesitado, y no esperarlo en la comodidad y tibieza de tu casa, mirarlo y acogerlo, entregarle y no dejarlo solo, acompañarlo, darle ese empujoncito inicial y mirar como toma vuelo.  Todo eso es ciertamente un Desafío.

El testimonio, que echa al suelo la "solidaridad por cumplir" la que, a veces, nos pilla a nosotros mismos echando de mala gana una moneda al tarro de una persona que pide, pensando siempre en el uso que se le dará, haciendo juicios morales rápidos y baratos, contrastada con la que el practicaba, moviéndose, visitando, proyectando, poniéndosela como desafío.

Que importante es hoy dar todos los días la vida, aunque sea muy de a poco, por los demás, partiendo por saludar, por sonreír, por entregar lo poco que tenemos, hasta darla, aunque sea accidentalmente, por entregar esperanza a los que más la necesitan.

Tarde viene el homenaje, muy tarde, pero ojalá el testimonio de la vida de ese compadre sea un zamarreo a nuestras conciencias, a nuestra comodidad, a nuestro desanimo, nuestra displicencia.

Felipe, gracias por dejarnos ese gran desafío.

jueves, 18 de agosto de 2011

Dios en la perspectiva de Dios

"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí."  (Mt 15,8)

  
Sinceramente una de las cosas que más me cuesta en mi camino de fe, es ver a Dios, al Señor, en la perspectiva real de quien es; el Creador.
Digo esto por cuanto siempre tengo la primera intención de pedirle mi voluntad y también por lo mucho que me cuesta aceptar la suya.   Lo digo también porque no baso mi vida en El, muchas veces lo pongo en un plano secundario, que incluso, puede llegar a molestar en determinadas circunstancias.  Es doloroso, pero así es.  Y a mucha gente le pasa, las preocupaciones de cada día siempre se anteponen a mis intenciones de relacionarme con Dios, prueba de ello es que no actualizaba mi blog hace bastante rato.
Hace muy poco me pasó, la enfermedad de mi señora fue, entre otras cosas, una prueba tremenda a mi confianza en El, a la forma en la que me relaciono con El.  Y debo reconocer que mis fuerzas flaquearon, busqué en otro la comunicación con Dios, pedí oración, y a mi mismo me costaba mucho orar.  Cada vez que quise decir; "Señor, si quieres aparta de mi este caliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya", me llenaba de miedo y me callaba en la mitad de la oración.
Cuantas veces pido-ordeno a Dios lo que quiero y no le pido con la humildad de quien necesita, muchas veces ni siquiera sé que necesito.  Trato de poner a Dios en la perspectiva de mi conveniencia, entonces lo hago mi sirviente, mi esclavo, me pongo sobre EL, cuando mi fe Cristiana debiera apuntar en una dirección diametralmente opuesta, yo debo ser el esclavo, el sirviente, de la voluntad de mi Padre Celestial, y con ello un trabajador del Reino que viene, y que pido que venga cada vez que digo el Padrenuestro. 
Cuantas veces, la cruz que llevo la quiero usar como un amuleto y no como parte de mi identidad cristiana, no como el recordatorio de quien me amó hasta la muerte.
Poner a Dios, en la perspectiva REAL de quien es, constituye un reto para nosotros.

Continuaré con esta idea...

martes, 14 de junio de 2011

La Iglesia que yo amo

La Iglesia que yo amo

"...porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos..."



Hoy encontré y leí un  poema del recordado Cardenal Raúl Silva Henríquez llamado “La Iglesia que yo amo”, e inevitablemente me acordé de la Iglesia de mi infancia, la que yo conocí, la de la María Mediadora de Villa Sur.  Era la Iglesia del club de ancianos "Los Lolos de Ayer", donde participaba la Mamy Luisa, cuando sus reuniones de cada martes eran sagradas y no atendía ni a las visitas, la de las salas de madera, donde el frío se colaba inclemente en invierno.  La de la preciosa imagen de Cristo de madera, así como la de la Virgen María a la derecha del altar, la de ladrillos desnudos, de bancas de fierro y madera, el campanario de fierro, de ventanas romboides, de ruido de palomas y de las estaciones del Vía Crucis en el cielo.  Ahí me bautizaron, cuando aún era Capilla, ahí velamos a los viejitos, ahí quise casarme. mucho tiempo después.

Hoy, mirando en retrospectiva, siento que nunca me alejé tanto, a pesar de lo lejos que me sentía, siempre la Iglesia estuvo ahí, cerca y cercana.  Siempre estuvo ahí, en el mismo lugar, al lado del jardín infantil y de la fábrica de muebles.  Los domingos, además se escuchaba lo que pasaba en la cancha de al lado.  La Iglesia doméstica, de las oraciones desesperadas por la salud de la Luchita, de la familia, reunida en una casa humilde de una población.  La del pasaje Aurelio, y de todos los pasajes donde habían conocidos.  La de hermanos en la Fe, que incluso eran de otros credos, como el vecino evangélico que nos acompañaba cuando la Mamy estaba enferma. 

La Iglesia que conocí era de hermanos, de familias, de trabajadores.  No podría recordar todos los nombres de las personas que me eran familiares en aquel tiempo, sólo por citar estaría la Sra. Irmita que era costurera.  Era la Iglesia cotidiana, la que describe el Cardenal en su poema, la de compartir con el vecino, la de los amigos, la Iglesia que se da por completo sin tener nada que dar.

Yo encontraba bonita la María Mediadora, con su jardinera del centro, la casa parroquial y el salón donde para los 18 se hacía una fonda, el mismo donde, para mi primera comunión, nos hicieron un rico y esforzado desayuno de leche con chocolate.  No era alta, no era imponente, más bien era humilde, no se veía a la distancia como otros templos, los muros exteriores siempre estaban rayados, las rejas oxidadas, pero era bonita, era una casa muy acogedora.

Recuerdo haber vivido muchos Rosarios, sin entender mucho de que se trataban, varios meses de María rezados en la casa, muchas Misas dominicales de todo tipo, de esas de donde mi Mamy Luisa se devolvía tarde a la casa (Hoy la entiendo, a mi me pasa lo mismo), las navideñas, que terminaban retarde y por las que recién podíamos cenar apurados para abrir los regalos a las 12.  Lo que siempre fue motivo de enojo.  Recuerdo las ferias de las pulgas que se ponían los domingos, después de Misa para que las pastorales juntaran fondos.  Esos quequitos mañaneros eran deliciosos.    Mi Mamy me llevaba los 14 a Santa Gemita en Av. Suecia en Ñuñoa y otras veces al Santuario de Lourdes en Matucana, que se complementaba con un paseíto a la Quinta Normal.

La Iglesia chilena con la que crecí era una Iglesia de mártires, una Iglesia perseguida, donde muchos curas eran considerados peligrosos por defender la vida, el mismo Raúl Silva Henríquez como líder de la Iglesia chilena, la misma de André Jarlan y Pierre Dubois.  La Iglesia de las poblaciones, donde los movimientos católicos se mezclaban con los movimientos obreros, donde los curas se movían en bicicletas,  Iglesia de gente trabajadora, de la revista "Solidaridad", palabra que en mi niñez no alcanzaba a descubrir su dimensión y me hacía gracia lo complicada que era.  En esa época Alberto Hurtado aún era el Padre Hurtado, y su santuario era más bien pobre, ahí en General Velásquez.  En ese entonces, la palabra Vicaría era peligrosa, mis años de infancia eran los años de la dictadura, años oscuros, de muerte y tortura, de cesantía extrema, del PEM y del POJH, y la Iglesia que conocí era de curas valientes, que protegían a los perseguidos, que acogían a los que sufrían, que ayudaba en la clandestinidad.  Era también la Iglesia de la Teología de la Liberación, de próceres como Rafael Maroto, de monjas obreras sin hábito, de curas de jeans, comprometidos con sus comunidades hasta dar la vida, la Iglesia de "curas rojos".  Muchos podrán decir que en los barrios acomodados había otra Iglesia, pero la que yo viví es la que recuerdo.


Cuando me alejé de la Iglesia me perdí, cometí todos los errores que podía cometer y luego, cuando toqué fondo, volví, y llegue a otro templo, a otra parroquia, a Cristo Resucitado de Maipú, mi nueva comuna, y no tuve que dar explicaciones de mi alejamiento, se me acogió y me sentí acogido.  En ella encontré otros hermanos, amigos, guías, y ya adulto tuve mi reencuentro con Dios, y finalmente me sentí perdonado y amado. 

Lo que encontré fue otra Iglesia, porque también son otras las circunstancias, muchos que durante los tiempos difíciles hoy reniegan de ella, la encuentran conservadora, pechoña, anticuada, pero no fue la Iglesia la que cambió, la defensa de la vida se mantuvo, sólo que hoy se lucha contra otra dictadura.   En esta nueva Iglesia también encontré curas valientes, comprometidos, testigos, que protegían y acogían, que ayudaban, esta vez ya no a esconderse, sino a salir del escondite, a sacar la cara a la calle y mirar el sol y a los hermanos sin ninguna vergüenza.  Valientes, porque para anunciar hoy el Evangelio hay que serlo, porque para ser testigos del amor incondicional de Dios, hay que serlo.  Porque a pesar de los errores de sus hermanos sacerdotes, ellos no se ocultan, dan la cara y piden perdón. 

Encontré la misma Iglesia de hermanos, de familias y de trabajadores.


La Iglesia que yo amo


La Iglesia que yo amo es la Santa Iglesia de todos los días.
La encontré peregrina del tiempo, caminando a mi lado.
La tuya, la mía, la Santa Iglesia de todos los días.
La saludé primero en los ojos de mi padre, penetrados de verdad.
En las manos de mi madre, hacedoras de la ternura universal.
No hacía ruido, no gritaba, era la biblia de velador,
Y el rosario y el tibio cabeceo del Ave María.


La iglesia que yo amo, la Santa Iglesia de todos los días.
Antes de estudiarla en el catecismo,
me bañó en la pila del bautismo, en la vieja parroquia Santa Ana.
Antes de conocerla ya era mía, la Santa Iglesia de todos los días.
Era la iglesia de mis padres y la iglesia de la cocinera.
La Rosenda lloraba las cebollas, rezando el Padre Nuestro iba a misa la María,
Me llevaba de su mano a la Iglesia Santa de todos los días.
En la aventura del mundo que crecía, con Pablo y con Pedro y Teresita,
La Iglesia Santa de todos los días.


Jesucristo, el Evangelio, el pan, la eucaristía, el Cuerpo de Cristo humilde cada día.
Con rostros de pobres y rostros de hombres y mujeres,
que cantaban, que luchaban, que sufrían.
La Santa Iglesia de todos los días.


A los 10 años se dice, a los 12 misioneros, a los 13 y los 14,
vitrales increíbles de mil rostros y voces llamadas.
Vino el obispo y el sacerdote, la palabra que oraba y penetra las raíces de la vida.
Juntaba pueblos, despertaba a los dormidos,
Llamaba a la oración añorados perdones de constricción,
Remecida de testigos, la iglesia comunión argüía, incomodaba,
Convidaba a la basta corriente de la paz,
A los riesgos misioneros,
A las selvas del Congo,
Al seguimiento del amigo.


La iglesia del corazón limpio,
La iglesia del camino estrecho,
La bella iglesia de la vida,
La Santa Iglesia de todos los días.


Y el Papa de nuestra fe, en mi corazón joven,
Apretando a la justicia, traduciendo las bienaventuranzas,
abriendo bastos horizontes, prolongando nuevas andanzas
y rostros ignorados y pueblos heridos, de quemantes abandonos,
el Papa de todas las lenguas, de urgentes problemas,
de infinitas confianzas, el Papa de la Iglesia de todos los días
y los mandamientos de su sabiduría.


Y lo que no estaba, ni está , ni estará oficialmente inscrito y reservado,
El pueblo de la iglesia sin fuerza, la iglesia ancha de las 100 mil ventanas
Y el aire del espíritu católico circulando en libres espirales
Y los pobres construyendo catedrales de paja, desperdicio y leño,
Con ojivas de pizarreño y lo mejor de su pobreza.


Escuchen que vienen por las calles la iglesia de las grandes y pequeñas procesiones,
La iglesia heroica de amor, la vieja heroica de amor entre rezos y devociones,
Desde sus andas multicolores, los santos le preguntan sus perdones,
Porque crió los hijos que no eran suyos y rezó por muertos que la humillaron
Y vivió tan pobre sin voto de pobreza y dio la mitad de lo que no tenía.


Va en procesión feliz detrás del anda,
Los santos la miran desde su baranda distinta en su tecnología,
Esta humilde iglesia de todos los días.


Amo a la iglesia de la diversidad, la difícil iglesia de la unidad.
Amo a la iglesia del laico y del cura, de San Francisco y de Santo Tomás,
La iglesia de la noche oscura y la asamblea de la larga paciencia.


Amo a la iglesia abierta a la ciencia, y esta iglesia modesta con olor a tierra,
Construyendo la ciudad justa, con sudores humanos,
Con el credo corto de los apóstoles.


Amo a la iglesia de los padre y los doctores,
De algunos sabio de hoy en día que escriben libros para los hombres y
no se quedan en librerías.


Amo a la iglesia de aquí y ahora,
La iglesia pobre de nuestro continente,
Teñida de sangre, repleta de gente
De pueblos antiguos sin voz y derrotados
Amo a la iglesia de la solidaridad
Que se da la mano en santa igualdad.


Amo a esta iglesia que se acerca a la herida de su Cristo.
La iglesia de Puebla y Medellín, de Dom Elder, de Romero y Luther King,
que vienen de la mano de Moisés, David, Isaías y Exequiel.


Amo a la iglesia que va con su pueblo sin transigir la verdad,
Defiende a los perseguidos y anhela la libertad.


Amo a la iglesia esperanza y memoria,
A la iglesia que camina y a la iglesia de la santa nostalgia,
Sin la cual no tendrían futuro.


Amo a la iglesia del verbo duro y del corazón blando.
Amo a la iglesia del derecho y del perdón.


La iglesia del precepto y de la compasión,
Jurídica y carismática, corporal y espiritual,
Maestra y discípula,
Jerárquica y popular.


Amo a la iglesia de la inferioridad, la pudorosa iglesia de la indecibilidad.
Amo a la iglesia sincera y tartamuda,
A la iglesia enseñante y escuchante,
La iglesia audaz, creadora y valiente,
Y a la santa iglesia convaleciente.


Amo a la iglesia perseguida y clandestina,
Que no vende su alma al dinero omnipotente.
Amo a la iglesia tumultuosa ya la iglesia de surcos milenarios,
Amo a la iglesia testimonial y a la iglesia herida de sus luchas interiores y exteriores.
Amo a la iglesia por conciliar que va de la mano respetablemente de la Santa iglesia tradicional.


Amo a la iglesia de la serena ira,
A la iglesia de Irlanda y Polonia, de Guatemala y de El Salvador,
A la iglesia de los postergados y a la iglesia de la multitud de marginalizados.


No quiero una iglesia de aburrimiento, quiero una iglesia de ciudadanía,
De pobres en su casa, de pueblos en fiesta, de espacios y libertades, quiero ver a mis hermanos aprendiendo y enseñando al mismo tiempo, iglesia de un solo Señor y Maestro
Iglesia de la palabra y de los sacramentos.


Amo a la Iglesia de los Santos y de los pecadores
amo a esta Iglesia ancha y materna
no implantada por decreto,
la Iglesia de los borrachos sin remedio,
de las prostitutas que cierran su negocio el Triduo Santo.


Amo a la Iglesia de lo imposible
la Iglesia de la esperanza a los pies de la mujer,
la Santa Madre María.
Amo a esta Iglesia de la amnistía,
la Santa Iglesia de todos los días.


Amo a la Iglesia de Jesucristo,
construida en firme fundamento,
en ella quiero vivir
hasta el último momento.


Amén.

miércoles, 25 de mayo de 2011

La Vid

"...El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía..."  San Juan 15



La cosa es mas o menos asi, venía en el metro, saco las lecturas del día, que recibo via email, las leo y llego a la meditación, hoy la de San Francisco Javier, y la primera línea me toca inmediatemente:
"Que nadie alimente la ilusión de pensar que destacará en las cosas grandes, si no destaca en las cosas humildes".  Epa!, ¿Que hago entonces con lo que he ido madurando en el corazón? ¿con mi idea de consagrarme definitivamente al Amor Eterno?.  Que gran balde de agua fría sentí.  Pero luego me di cuenta que, muy por el contrario, no es la idea el desanimarme sino el empujarme a comenzar desde abajo.
El Señor te pide eso, comenzar con pequeñas obras, que al ir creciendo, si se suman entre sí, dan como resultado una obra grande a su gloria, a su nombre.
¿Que saco con construir una gran catedral si carezco de Fé?, creo que por ahi va la cosa.
Dice Jesús "Al que da fruto, lo poda para que de más todavía", que miedo!, no basta con avanzar hasta ese punto cómodo en el que me siento un buen Cristiano (Decía antes; ir a Misa, orar, confesarme y participar de la ritualistica), el Señor, un jefe muy exigente, te pide más (Aunque nada que Él no te haya dado antes), y quien da poco se le pedirá poco.  
La frase de San Francisco Javier, que sea un comienzo, que sea un entender de como se avanza, paso a paso, en la tarea tremenda de traer un poco del Reino de Dios a nuestro mundo.

Señor
Enseñame a caminar en tu camino
Enseñame a ir paso a paso
Alegrate conmigo en mis pequeñas obras consagradas a ti
Para que, algún día, sea mi propia vida una obra ofrendada a tu gloria.
Amen

lunes, 23 de mayo de 2011

Camino





Uno se puede pasar la vida buscandolo, pero finalmente es Dios quien te encuentra.
Es Él quien sale a tu encuentro, te pilla en la mitad de cualquier camino, y te conduce al suyo.  Quien otro sino Dios mismo; "Camino, Verdad y Vida".    Dios mismo, como el Padre misericordioso de la parábola, te divisa y sale a tu encuentro, y es donde esa imagen que tanto me conmueve, en la que devuelve la dignidad al hijo perdido, se hace realidad.  Eso pasa todos los días.
Ese encuentro con Dios, que sin duda es un encuentro feliz, se transforma siempre en el comienzo de un nuevo camino, y vaya camino!.  Y si estás dispuesto a recorrerlo, y avanzas, en algun momento te encontrarás caminando en un lugar que, aunque iluminado, aparece muchas veces sin señalización, es entonces cuando vienen grandes preguntas; ¿Es este el camino?, ¿Que es lo que esperas de mi Señor?, ¿Donde me llevas?, ¿Cual es el fin?.  Y es ahí donde debemos mostrarnos dispuestos, porque las respuestas pueden ser duras y dolorosas pruebas.  Finalmente, en ese punto entendemos que somos instrumentos suyos; ¿Para que? ufff, como saberlo...
Con la ayuda de la meditación, de la oración, del silencio, de la eucaristia puedes encontrar algunas respuestas, pero no todas, porque por cada respuesta que se va escribiendo en el corazón, surgen siempre cada vez más preguntas.  Es importante, por lo mismo, estar muy atentos, no vaya a ser que una de esas respuestas te saquen del camino.
Por mi parte, mi camino recién comienza, las heridas cada vez sanan mejor, y las bendiciones y las sutilezas del Señor me acompañan siempre.  Dios se manifiesta todos los días con pequeños signos, con mucha ayuda, con mucha luz y paz,  y si bien mis deseos tienen metas altas, sólo Dios puede indicarme si son metas apropiadas, o si estoy preparado para ellas o debo prepararme aún más. 
Padre querido, estoy en tus manos, Madre de los Cielos, enseñame a decirle siempre Si al Señor...

Espiritu Santo eres el alma de mi alma
te adoro humildemente
ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame
Y en cuanto corresponde al plan del Eterno Padre Dios
revélame tus deseos.
Dame a conocer lo que el Amor eterno desea de mi
Dame a conocer lo que debo realizar
Dame a conocer lo que debo sufrir
Dame a conocer lo que silencioso, con modestia
y en oración debo aceptar, cargar y soportar.
Si, Espiritu Santo, dame a conocer la voluntad del Padre.
Pues toda mi vida no quiere ser otra cosa que un continuado
y perpetuo Si a los deseos y al querer del Eterno Padre Dios.
Amén. 

YO soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí. Juan14 :6



"YO soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí"    Juan14 :6

lunes, 2 de mayo de 2011

Benedicto XVI: Homilia Beatificación Juan Pablo II

"...Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar..." (Evangelio según San Juan 3, 2)



Queridos hermanos y hermanas.
Hace seis años nos encontrábamos en esta Plaza para celebrar los funerales del Papa Juan Pablo II. El dolor por su pérdida era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento. Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad, y el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él. Por eso, he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato.
Deseo dirigir un cordial saludo a todos los que, en número tan grande, desde todo el mundo, habéis venido a Roma, para esta feliz circunstancia, a los señores cardenales, a los patriarcas de las Iglesias católicas orientales, hermanos en el episcopado y el sacerdocio, delegaciones oficiales, embajadores y autoridades, personas consagradas y fieles laicos, y lo extiendo a todos los que se unen a nosotros a través de la radio y la televisión.
Éste es el segundo domingo de Pascua, que el beato Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia. Por eso se eligió este día para la celebración de hoy, porque mi Predecesor, gracias a un designio providencial, entregó el espíritu a Dios precisamente en la tarde de la vigilia de esta fiesta. Además, hoy es el primer día del mes de mayo, el mes de María; y es también la memoria de san José obrero. Estos elementos contribuyen a enriquecer nuestra oración, nos ayudan a nosotros que todavía peregrinamos en el tiempo y el espacio. En cambio, qué diferente es la fiesta en el Cielo entre los ángeles y santos. Y, sin embargo, hay un solo Dios, y un Cristo Señor que, como un puente une la tierra y el cielo, y nosotros nos sentimos en este momento más cerca que nunca, como participando de la Liturgia celestial.
«Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29). En el evangelio de hoy, Jesús pronuncia esta bienaventuranza: la bienaventuranza de la fe. Nos concierne de un modo particular, porque estamos reunidos precisamente para celebrar una beatificación, y más aún porque hoy un Papa ha sido proclamado Beato, un Sucesor de Pedro, llamado a confirmar en la fe a los hermanos. Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica. E inmediatamente recordamos otra bienaventuranza: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo» (Mt 16, 17). ¿Qué es lo que el Padre celestial reveló a Simón? Que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Por esta fe Simón se convierte en «Pedro», la roca sobre la que Jesús edifica su Iglesia. La bienaventuranza eterna de Juan Pablo II, que la Iglesia tiene el gozo de proclamar hoy, está incluida en estas palabras de Cristo: «Dichoso, tú, Simón» y «Dichosos los que crean sin haber visto». Ésta es la bienaventuranza de la fe, que también Juan Pablo II recibió de Dios Padre, como un don para la edificación de la Iglesia de Cristo.
Pero nuestro pensamiento se dirige a otra bienaventuranza, que en el evangelio precede a todas las demás. Es la de la Virgen María, la Madre del Redentor. A ella, que acababa de concebir a Jesús en su seno, santa Isabel le dice: «Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45). La bienaventuranza de la fe tiene su modelo en María, y todos nos alegramos de que la beatificación de Juan Pablo II tenga lugar en el primer día del mes mariano, bajo la mirada maternal de Aquella que, con su fe, sostuvo la fe de los Apóstoles, y sostiene continuamente la fe de sus sucesores, especialmente de los que han sido llamados a ocupar la cátedra de Pedro. María no aparece en las narraciones de la resurrección de Cristo, pero su presencia está como oculta en todas partes: ella es la Madre a la que Jesús confió cada uno de los discípulos y toda la comunidad. De modo particular, notamos que la presencia efectiva y materna de María ha sido registrada por san Juan y san Lucas en los contextos que preceden a los del evangelio de hoy y de la primera lectura: en la narración de la muerte de Jesús, donde María aparece al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25); y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, que la presentan en medio de los discípulos reunidos en oración en el cenáculo (cf. Hch. 1, 14).
También la segunda lectura de hoy nos habla de la fe, y es precisamente san Pedro quien escribe, lleno de entusiasmo espiritual, indicando a los nuevos bautizados las razones de su esperanza y su alegría. Me complace observar que en este pasaje, al comienzo de su Primera carta, Pedro no se expresa en un modo exhortativo, sino indicativo; escribe, en efecto: «Por ello os alegráis», y añade: «No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación» (1 P 1, 6.8-9). Todo está en indicativo porque hay una nueva realidad, generada por la resurrección de Cristo, una realidad accesible a la fe. «Es el Señor quien lo ha hecho –dice el Salmo (118, 23)- ha sido un milagro patente», patente a los ojos de la fe.
Queridos hermanos y hermanas, hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium. Todos los miembros del Pueblo de Dios –Obispos, sacerdotes, diáconos, fieles laicos, religiosos, religiosas- estamos en camino hacia la patria celestial, donde nos ha precedido la Virgen María, asociada de modo singular y perfecto al misterio de Cristo y de la Iglesia. Karol Wojtyła, primero como Obispo Auxiliar y después como Arzobispo de Cracovia, participó en el Concilio Vaticano II y sabía que dedicar a María el último capítulo del Documento sobre la Iglesia significaba poner a la Madre del Redentor como imagen y modelo de santidad para todos los cristianos y para la Iglesia entera. Esta visión teológica es la que el beato Juan Pablo II descubrió de joven y que después conservó y profundizó durante toda su vida. Una visión que se resume en el icono bíblico de Cristo en la cruz, y a sus pies María, su madre. Un icono que se encuentra en el evangelio de Juan (19, 25-27) y que quedó sintetizado en el escudo episcopal y posteriormente papal de Karol Wojtyła: una cruz de oro, una «eme» abajo, a la derecha, y el lema: «Totus tuus», que corresponde a la célebre expresión de san Luis María Grignion de Monfort, en la que Karol Wojtyła encontró un principio fundamental para su vida: «Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, Maria -Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón». (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n. 266).
El nuevo Beato escribió en su testamento: «Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszyński, me dijo: "La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio"». Y añadía: «Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado». ¿Y cuál es esta «causa»? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: «¡No temáis! !Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás.
Karol Wojtyła subió al Solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su «timonel», el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar «umbral de la esperanza». Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al Cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el Cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de «adviento», con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz.
Quisiera finalmente dar gracias también a Dios por la experiencia personal que me concedió, de colaborar durante mucho tiempo con el beato Papa Juan Pablo II. Ya antes había tenido ocasión de conocerlo y de estimarlo, pero desde 1982, cuando me llamó a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una «roca», como Cristo quería. Su profunda humildad, arraigada en la íntima unión con Cristo, le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Eucaristía.
En el texto de la homilía: ¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. [E improvisando, Benedicto XVI añadió:] Tantas veces nos has bendecido desde esta plaza. Santo Padre, hoy te pedimos, bendícenos. Amén.

domingo, 1 de mayo de 2011

Totus Tuus

Todo Tuyo



¡Virgen, Madre de mi Dios,
Haz que yo sea todo tuyo!
Tuyo en la vida
tuyo en la muerte,
Tuyo en el sufrimiento,
tuyo en el miedo
y en la miseria,
tuyo en la Cruz
y en el doloroso desaliento,
tuyo en el tiempo
y en la eternidad,
Virgen, Madre de mi Dios
¡haz que yo sea todo tuyo!

Oración de SS Juan Pablo II

domingo, 13 de marzo de 2011

Gracias

"Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación".  Salmo 118:21



Yo te doy las gracias, porque lo más trágico que pudo pasarme en la vida fue no haberte conocido
Yo te doy las gracias, porque sin ti no estaria acá
Yo te doy las gracias, porque me llevaste en brazos donde los que me amaban
Yo te doy las gracias, porque a ellos les diste la fuerza para seguirme amando, a pesar de todo.
Yo te doy las gracias, porque me diste muchos padres antes de aceptarte como Padre único.
Yo te doy las gracias, porque me enseñaste sobre la amistad para llegar a saber que eres mi gran Amigo.
Yo te doy las gracias, porque tomas mi cruz, aun cuando yo mismo me la impuse
Yo te doy las gracias, porque en mi debilidad pones tu fortaleza
Yo te doy las gracias, porque te presentas sutilmente, en pequeños detalles, aquellos que me alegran.
Yo te doy las gracias, porque en cada amanecer siento tu presencia
Yo te doy las gracias, porque en cada noche tengo tu compañia
Yo te doy las gracias, porque contigo todo es posible de soportar
Yo te doy las gracias, porque siempre pones a alguien en mi camino que me recuerda que estas a mi lado
Yo te doy las gracias, porque aprendo cada dia a verte en todo y todos
Yo te doy las gracias, porque no me despreciaste
Yo te doy las gracias, porque me amas
Yo te doy las gracias, porque puedo amarte
Yo te doy las gracias, porque confias más en mi que yo mismo
Yo te doy las gracias, porque me enseñaste que amarte y seguirte, valen la pena
Yo te doy las gracias, porque entendí que la felicidad está a tu lado
Yo te doy las gracias, porque Tu eres todo y me das todo.
Yo te doy las gracias, porque contigo no necesito más
Yo te doy las gracias, porque se que ahora estas conmigo y mañana tendré la misma certeza.

lunes, 7 de marzo de 2011

Maria

Bendita eres entre todas las mujeres!



El 8 de Diciembre se celebra en el mundo el Día Internacional de la Mujer.  Un día lleno de gritos de reivindicaciones sociales,  de recuerdo de luchas incesantes por ganar un lugar en la sociedad; voto, posicion, tabajo y situación igualitaria.  Una lucha milenaria.
Pero entre tanto ajetreo social, hoy pongo mi atención en una mujer que entregó toda su vida por entregarnos "La Vida".  Hablo de María, la Virgen.
En la historia de la anunciación, el Señor envió a su mensajero, Gabriel, a dar una noticia, el Salvador venía a nosotros, sin embargo, su venida, de una u otra forma, estaba sujeta a la respuesta de una humilde mujer de Belen, muy joven (los historiadores calculan entre 15 y 18 años), y de un modo eficaz, preparada por Dios para llevar a cabo esta gran tarea.  Maria, sin dudar, se entrega a la voluntad divina y corriendo el riesgo de ser severamente castigada por embarazarse fuera del matrimonio (estamos hablando de una época y lugar con fuertes tradiciones y leyes muy estrictas), responde - "Hágase en mi según tu palabra".
Al ser madre de Jesús, Maria es tambien nuestra Madre, y nos hermana con Jesús.
En su condición de Madre, cuidó durante treinta años al Salvador, hasta que comenzó su vida pública, y aun despues, no lo abandonó.  Atesoró en su corazón todas sus palabras (Lu 2,51), intercedió por nosotros ante Él, como en las Bodas de Caná,  sufrió con su pasión y muerte, y cuando todos le abandonaron, sus seguidores y amigos más cercanos, ella se mantuvo al pie de la Cruz.
Fue el centro del primer Cristianismo, y celosamente, el Señor la guardó en cuerpo y alma, como gran recompensa por haber sido la Madre de Jesus.
Es Jesus mismo quien nos la entrega como nuestra Madre - Hijo, ahi tienes a tu Madre.
María, desde siempre, ha intercedido por nosotros, desde siempre ha mirado con bondad a los hombres, llamandolos a la conversión, ayudandolos en cada tarea propuesta y poniendo a Jesús nuevamente como el centro de sus vidas.
María es el mejor ejemplo de mujer, de trabajo y maternidad, de humildad y servicio, pero también de sabiduria y, de algún modo, de liderazgo (los discipulos se reunían en torno a ella luego de la muerte de Jesús).  Ella no abandonó su misión, incluso cuando a vista de muchos, esta había terminado.
Hoy quiero mirar a esa mujer, y en ella a todas las mujeres.

http://ec.aciprensa.com/v/virgenmaria.htm#III5

domingo, 20 de febrero de 2011

Paz

“Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.”
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz dice la oración de San Francisco de Asis.  Un instrumento de tu paz...
Donde haya odio, ponga yo amor; que bella oración y que complicado ejercicio, el odio, los malos gestos, la mala onda, las malas palabras se esparcen con una facilidad terrible y se contagian velozmente. Lo mas terrible se aprende en seguida y lo hermoso nos cuesta la vida canta Silvio Rodriguez. 
Basta con que un medio de prensa estigmatice a alguien para que quede grabado en nuestra conciencia por siempre. El caso de Maria del Pilar Perez o mas conocida como "La Quintrala" es un buen ejemplo.  Que fácil nos resulta hoy hacer un juicio completo de ella, de lo malvada que nos la presentaron, de lo inhumana, sin embargo, que dificil es contextualizar, ver en su historia que fue lo que pasó, y por último, mostrar un poco de misericordia ante su situación.  Lo mismo con todos los que aparecen como manzanas podridas del cajón que es la sociedad y cuyas historias conocemos porque el periodismo las publicó.
Solidaridad con las víctimas? Por supuesto!!!, pero nunca olvidar al victimario, que tambien es un ser humano y que en su juicio y su condena debe ser tratado con misericordia y con la dignidad de lo que es; un hijo de Dios que se equivocó en su camino.
¿Como ser un instrumento de paz en un mundo como el nuestro?.  Primero siendo fieles testigos de Cristo, poniendolo a Él frente a nosotros.  No prejuzgando, ni juzgando gratuitamente, no sintiendonos superiores a los demas, prácticando día a día la humildad de quien puso sus manos sagradas para ser martilladas, que puso su espalda para ser azotada, también siendo caritativos preocupandonos por los demás, desde los gestos mas sencillos hasta los más visibles.  No esperando recompensas por las acciones de nuestra vida, entregando cada cosa que hacemos al Señor.  Creo que por ahí va la cosa, y es una tremenda tarea para la casa, que cada día trato y trataré de poner en práctica.
Señor, que todo lo que haga sea en tu honor y para tu gloria!

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, que yo lleve Amor.
Donde haya ofensa, que yo lleve Perdón.
Donde haya discordia, que yo lleve la unión.
Donde haya duda, que yo lleve la Fe.
Donde haya error, que yo lleva la Verdad.
Donde haya desesperación, que yo lleve la Esperanza.
Donde haya tristeza, que yo lleve la Alegría.
Donde haya tinieblas, que yo lleve la Luz.

Oh Maestro,
concédeme que yo no busque ser consolado,
sino consolar.
Ser comprendido, sino comprender.
Ser amado, sino amar.

Porque: dando se recibe,
perdonando se es perdonando,
muriendo se resucita a la Vida Eterna.

viernes, 18 de febrero de 2011

Perdonar

Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Le dice Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.



Amar a Dios, ser solidario, rezar por uno y por los demás e ir a Misa, visto desde esos puntos de vista creo que no es tan dificil ser Cristiano.  Pero hay un acto donde todos flaqueamos y creo (Al menos en mi caso es asi) que es el más complicado.  Ese acto es Perdonar.  Es curioso, yo mismo he sido perdonado una infinidad de veces, y aun asi me resulta complicado a veces perdonar.  Me cuesta olvidar lo malo que me pudieron hacer, y tengo que pedir ayuda al Señor para poder hacerlo.
Perdonar es un camino dificil y doloroso, porque afecta directamente a nuestro ego, a nuestro orgullo, al amor que sentimos por nosotros mismos.  Por lo mismo requiere de un acto profundo de abandono en Dios y de entrega.  Es uno de los momentos en los que ponemos en Él toda la confianza.  Cada día tomamos caminos que nos alejan de Jesús, pero el reconocerlos y pedir su perdón nos permiten retornar al camino único.
En la cruz, Cristo perdona, no cuando las cosas se hubieron calmado, sino que en pleno dolor, en la absoluta angustia y humillación, despojado de toda dignidad, azotado, siendo el blanco de las burlas, y mucho antes que cualquiera le hubiera suplicado ese perdon.  Cristo perdona y además le da una dimensión preciosisima al perdón, cuando le promete el cielo al buen ladrón.
Podemos buscar y encontrar cada día un significado nuevo a lo que es perdonar.  Eso es porque todos los días tenemos que perdonar, y como no, buscar ser perdonados.  Pero ambas cosas nos cuestan la vida, perdonar, de corazón, olvidando el daño y pedir perdón, humillandose al reconocer que todos los días erramos el camino.
Siempre nos resulta muy sencillo juzgar, condenar e incluso aplicar sanción.  ¿Cuantas veces nos hemos visto diciendo cosas como estas?:  "Este merece tal o cual pena" o "Está bien lo que le pasó".  Recuerdo con tristeza haber escuchado de muchas personas, para el incendio de la cárcel de San Miguel cosas como; "Bueno, no eran blancas palomas" e incluso comentarios mas duros y tristes. 
Perdonar implica olvidar, implica dejar de lado esa diferencia que tengo con el que está a mi lado y seguir adelante, eliminar de mi corazón los rencores y entregarle al Señor aquel dolor que me causaron.
Al Perdonar, nos acercamos y nos asemejamos un poco más a Cristo, nos hacemos un poco más parecidos al Padre del hijo pródigo, que antes de escuchar explicaciones abraza a su hijo y lo renueva.
Señor, cada día requiero tu perdon y la capacidad de perdonar a los demas sin esperar nada.
Señor enseñame el significado de Setenta veces siete.

jueves, 17 de febrero de 2011

El Retorno al Padre

"Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies"


Mi llegada al camino de la Fe no es casual, muy por el contrario, es parte de una historia en la que el Señor ha intervenido directamente en muchas formas.  Todo esto me lleva a pensar profundamente en cual será realmente el plan que Dios tiene para mi.  Mas alla de mis deseos y de la forma en la que me gustaría servirle.
Es curioso que lo plantee de esta forma, sobretodo porque corro el riesgo de que las personas que me conocen lo lean.  Pero no, mi llegada al camino de Dios (El que recien comienzo a recorrer) no fue casual.
Debo reconocer que hubo en mi vida una gran revelación, la que tuve luego de transitar caminos inciertos, oscuros, desolados y desesperanzados. Esa revelación tan trascendental es la siguiente;  Dios me ama.  Asi de concisa, Dios me ama.   Esto que para algunos es tan evidente, para mi era una sorpresa,  Dios me ama, y me quiere junto a Él, aunque con pesar siento que no tengo merecimientos, que no es justo sentir que me ama tanto, sin embargo es asi, me ama y me cuida.  La voluntad del Creador es asi, vivir su voluntad es asi.  El 100% de las personas que han cometido faltas, del tipo que sean, han puesto su propia voluntad a la voluntad del Señor.
Recuerdo que cuando entré a la catequesis familiar, en mi corazón me sentia absolutamente autosuficiente y  tremendamente extraño en aquel lugar.  Sentía que no era un lugar para mi, y lo que se hablaba me importaba poco.  Pero de a poco, muy sutilmente fui sintiendo cambios, ya no me era pesado ir los martes, luego del trabajo, llegar a la Misa, a los 15 minutos extra de Adoración y luego a la reunión que, regularmente, pasaba de las 22:00 horas.  Y luego vino mi debacle, el castillo de naipes que habia construido con mentiras y traiciones se derrumbó, y por mucho rato preferí estar muerto.   Cuando pienso en que mi vida cambió radicalmente, recuerdo con pesar los dias pasados, y siento pena, sin embargo, también siento agradecimiento.  Tanto fallé que había mucho que perdonarme, como la parábola.
No recuerdo quien me dijo que lo hiciera, pero me confesé, y el Padre me habló con mucha suavidad, con serenidad, y me sentí perdonado.  Mi corazón, luego de mucho tiempo, se sintió un poco más aliviado y pude descansar.  Pero además volví a sentirme digno, volvía sentirme querido y volví a ver que había luz en lo más oscuro de mi ser.
Hoy he comprendido que la vida y sus circunstancias no puedo enfrentarlas solo, pero debo hacerlo, entonces, cuando se que debo recorrer un camino de piedras, con una cruz autoimpuesta, y que merezco llevar,  pido la compañía de quien es capaz de tomar tus pecados, tus faltas, infidelidades y debilidades, y hacer de todo ello algo bueno.
Pronto pasaré una prueba de 10 dias, y me complace saber que mi compañía ya está preparandose y preparandome para ir conmigo.
Voy Señor donde tu me lleves! Sólo te pido que vayas conmigo!

lunes, 7 de febrero de 2011

Ponían a los enfermos en las plazas...

"Ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto" (San Marcos 6,53-56)



El poder de Dios, poder infinito, que todo lo puede, tiene una manera muy particular de actuar sobre nuestra vida; se "activa" mediante nuestra Fé.  Se manifiesta siempre y cuando se lo pidamos, y su manifestación, como para cerrar la particularidad, es la propia voluntad del Señor.
Explicar esto no es fácil, más bien es complicado, sin embargo queda muy graficamente explicado en la frase que comienza este texto:  La gente ponía a sus enfermos cerca de Jesús, sólo con la esperanza de que un mínimo roce con Él los sanara.  Eso es Fé!!.  Ni siquiera esperaban que Jesús se diera cuenta de su presencia, sólo esperaban ser sanados por el único mérito de hacerse presentes en el camino del Señor.
¿Esperamos nosotros algo distinto al buscar ponernos en su camino?
Ser sanados por Dios es un anhelo poderosisimo de nuestro espíritu, buscar su camino y tratar de recorrerlo, ser "rozados" por sus flecos y con ello limpiar nuestra vida y nuestro corazón. 
Volvamos a lo del poder...
Cuando pedimos algo ¿Lo hacemos con Fé en que Dios nos escucha? ¿Estamos pidiendo correctamente? ¿Sientes que TUS deseos se debieran cumplir?
Vamos por partes; regularmente pedimos mucho a Dios; Salud, Trabajo, Amor, Perdon, Dinero y un sinfin de otras cosas distintas.  Muy distinto es pedir, en cambio, un Don del Espiritu Santo para acompañar a un enfermo o a un cesante, dar amor a quienes me rodean, la capacidad de perdonar o ser solidario y compartir un poco de mi dinero o mis bienes.  La petición es radicalmente distinta, pero mantiene los mismos elementos.  Finalmente pedir a Dios un poco de Él mismo para amar y ser misericordioso como es Él.  Si hoy estas en un problema, no pidas que se solucione magicamente, pide luz y compañia para poder enfrentarlo correctamente.
Finalmente, como vemos la voluntad de Dios enfrentada a nuestros deseos?.  Muchas veces, el cumplir y aceptar su voluntad es un llamado a su camino y que se aleja transversalmente de nuestros deseos.  Ver en la voluntad de Dios la respuesta a nuestra oración, no a la que sale necesariamente de nuestra boca, sino la oración que nace en nuestra necesidad y que es la que tenemos en nuestro corazón.

martes, 25 de enero de 2011

Y ahora, ¿qué esperas?

 Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y purifícate de tus pecados, invocando su Nombre'



La vida está llena de caminos que nos alejan de Dios, y sólo uno que nos acerca y nos lleva a Él. 
Muchos de nosotros, hemos transitado varios de esos caminos, cortos, fáciles, pero que siempre terminan en calles sin salida, hasta que a traves de atajos y diversos pasadizos, el Señor te pone nuevamente en Él camino, osea Su Camino.
Claro, cada uno es libre de tomar o no este tren que se llama Jesús y dejarse llevar por el hasta su estación final.  La invitación es tan insistente que, en cada vía distinta a Él que tomamos, por más oscuridad que haya, siempre hay alguien abriendo algunas ventanitas y puertas para que entre algo de Luz, de ese foco potentisimo que es el Señor, y podamos acercarnos a ella.  Para enderezar el camino y para no perdernos.
Ejemplos hay muchos, pero en el Libro de Los Hechos de los Apostoles (22,3-16.), San Pablo resume su vida en términos muy concisos, pero muy potentes, dándonos el mejor ejemplo:
Dice que en "Estricta observancia de las leyes de sus padres", persiguió a muerte a los que iban por el Camino (el Camino era el primer Cristianismo), apresándolos y encadenandolos, a hombres y mujeres.  Pero el Señor se reveló y, con una humildad que me emociona, le pregunta; "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?".  Dios, que tenía un plan para él, no lo increpa, no lo castiga, no, sólo le pregunta ¿Porque me persigues?.  Si miramos nuestra vida, de la misma forma que a Pablo, el Señor nos pregunta a diario; ¿Porque me ofendes?, ¿Porque me maltratas?, ¿Porque me niegas?.  Y la verdad no tenemos respuesta para esas preguntas, al menos no tenemos una respuesta válida.
Pero esto no termina ahi, primero el Señor le da una prueba de Fé a Pablo, lo enceguece, y luego, cuando es sanado, lo interpela:  Y ahora ¿Que esperas?, bautizate y anunciame!.  Lo mismo nos pide todos los días, a quienes buscamos su camino.  Pero Señor: Yo ya estoy bautizado!, Muy bien, pero ahora Jesús nos quiere bautizar en su fuego, para purificarnos y para entregarnos lo necesario para poder anunciarlo.  Como a los Apóstoles que recibieron el Espiritu Santo en forma de Lenguas de Fuego.
Con ello, finalmente, queda claro que ser Cristiano no es fácil, ni tampoco es una tarea tibia.  Jesús nos dice ""He venido a traer fuego a la tierra; y ¿qué otra cosa quiero sino que se abrase?".
Dios nos llama y nos busca, para que cuando lo encontremos, le ayudemos a que otros también le encuentren.  Tarea dura, sobretodo hoy.