Hay un momento significativo en cada Eucaristía, donde después de que el Sacerdote nos muestra al Cordero de Dios, con mucha Fé decimos - "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme".
Que gran acto de Fé requiere una frase asi!, y sin embargo, cuantas veces la decimos sólo como un acto de repetición, como un gesto mecanizado que carece de significado y sentimiento.
Convencernos de que necesitamos sanación y que Dios quiere sanarnos, requiere un cambio radical en nuestra manera de pensar y de vivir, una manera en la que reconocemos a Dios como aquel que es y que es nuestro Señor. Que no somos nada sin Él, y que necesitamos de su presencia a diario. Que, realmente, no somos dignos de mirarle a la distancia siquiera, sin embargo, nos viene a buscar y nos regresa nuestra dignidad sin cuestionarnos nada..
Al decir - Señor, No soy digno de que entres en mi casa..." estamos cubriendonos la cara con las manos, y con verguenza por nuestras faltas, de rodillas, ya no somos nadie, y sin embargo para Él somos todo, somos sus hijos, sus amados hijos.
Finalmente, en un acto de profunda Fé repetimos; "Una palabra tuya bastará para sanarme..." - Quien otro, sino Dios mismo puede realizar esta maravilla, sanarnos, no por nuestros méritos, sino que por nuestra Fé. "Tu Fé te ha salvado" dice Jesús a la mujer que toca su manta.
Es por nuestra Fé que esperamos ser sanados siempre por el Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario